Reseña | “Punto de Cruz” de Jazmina Barrera



Mila, escritora y madre de una niña pequeña, recibe la noticia de la muerte de una de gran amiga de la adolescencia. La organización de un ritual en su memoria la llevará a recordar las experiencias y aprendizajes compartidos y a tratar de esclarecer si el ahogamiento de Citlali en Senegal fue un accidente o un suicidio. La ceremonia también significará su reencuentro con Dalia, la otra gran amiga del grupo.

Jazmina Barrera (Ciudad de México, 1988) ha escrito una hermosa novela de iniciación cuyo eje es la amistad de estas jóvenes. Desde la memoria de su protagonista, retrata con delicadeza y sensibilidad el descubrimiento del mundo de estas amigas, así como sus complicidades y diferencias. Las protagonistas son tres adolescentes de clase acomodada que comparten su amor por el bordado y la lectura. Las seguimos en sus cambios corporales y sus primeras veces: su primer beso, su primera relación sexual, su primera ruptura amorosa. Las violencias machistas que enfrentan de parte de los hombres con los que se relacionan -padres agresivos, maestros acosadores y novios chantajistas- también están presentes en la novela. 

Punto de cruz es la primera novela de Barrera, al menos la primera que ha clasificado así, pues su libro anterior, Línea nigra (2020), en el que narra y reflexiona en torno a su experiencia con la maternidad, también se puede leer como tal, si bien la autora lo presentaba como un ensayo. También sus obras previas las ha clasificado así. Cuerpo extraño (2013), un conjunto de piezas poéticas en las que la autora se mira a sí misma, y Cuaderno de faros, un interesante libro de viajes. Por otro lado está el libro infantil Los nombres de los animales (2021).

Como los anteriores, Punto de cruz es un libro erudito y fragmentario. Si sus ensayos son más informativos, reflexivos y poéticos, aquí ciertamente predomina la narración; si bien, la autora no deja de ofrecer referencias literarias.

La estructura en fragmentos de Punto de cruz tiene sentido porque emula a la del bordado al hilvanar varios hilos conductores. Son tres tiempos los que se narran: el presente, en el que Mila se entera de la muerte de Citlali y se encuentra con la libreta del viaje que hicieron junto con Dalia a Londres y París cuando tenían diecinueve años y acababan de entrar a la universidad. El pasado está dividido en dos hebras: el relato del viaje a Europa y el nacimiento de la amistad, que se da en la secundaria y continuará en la prepa. Aunado a ellos están las menciones a artistas y escritoras que de una u otra manera han incorporado el bordado a sus obras. Una práctica que ancestralmente ha unido a las mujeres y que ha acompañado las luchas feministas. 

Transcribo las palabras de Margo (Glantz) y es como si estuviera bordando, copiando un patrón. En el bordado se reproducen, se comparten, se regalan y se enseñan patrones y puntadas. Podemos rastrear hasta el antiguo Egipto algunos patrones que se siguen usando hoy en día. Al ser relegado a la categoría de “manualidad” o “artesanía”, el bordado se salvó de la ridícula idea de originalidad que rige el canon masculino del arte occidental. Pasa lo mismo en mucha literatura escrita por mujeres, tomamos prestadas palabras prestadas de otras mujeres para que nos ayuden a expresarnos o por el puro gusto de compartirlas, repetirlas y saborearlas. Lo hacemos sin miedo, sin vergüenza, gozándolo”.

Estas palabras me parecen reveladoras, pues funcionan como una declaración de principios en cuanto a la escritura de Punto de cruz y alcanzan para describir el resto de la obra de Barrera. 

En algún momento Mila, la narradora, menciona que lo que diferencia a las maestras del bordado es que el reverso de su tela muestra “un patrón geométrico inmaculado”. En Punto de cruz, sin embargo, el zurcido no alcanza a ser invisible. Sabemos, por ejemplo, que a Mila le enseñó a bordar su abuela, pero nunca se menciona cómo es que Dalia y Citlali, estas jóvenes de clase privilegiada, empezaron a interesarse en el bordado, una práctica cuyos secretos guardan principalmente las mujeres indígenas o de las zonas rurales. Los itinerarios del viaje a Europa, con sus paradas detalladas en los museos de Londres y París, también llegan a parecer un pretexto para brindar referencias cultas de las obras de arte que resguarda la National Gallery y el Louvre. 

No obstante, Punto de cruz resulta una novela entrañable.


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Comentarios

  1. Interesante novela, no la conocía.
    Gracias por la recomendación
    Nos leemos ❤️
    ✒️ Namartaielsllibres

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    Respuestas
    1. ¡Hola! Muchas gracias por la lectura y por el comentario. Claro: nos leemos :)

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