Reseña | "Frankie y la boda", de Carson McCullers
Título original: The Member of the Wedding
Año de publicación: 1946
Edición: Austral,
240 pp.
*Leída en la edición incluida en El
aliento del cielo, que comprende todos los cuentos y las
tres novelas cortas de la autora.
Carson McCullers (Columbus, Georgia, 1917-Nyack, Nueva York, 1967) publicó Frankie y la boda después de la exitosa aparición de El corazón es un cazador solitario en 1940 y de Reflejos en un ojo dorado en 1941. A lo largo de cinco años trabajó en seis versiones distintas de esta novela corta que revive el abandono que experimentó a los 14 años cuando su maestra de piano se marchó del pueblo. Frankie y la boda tuvo, en general, una buena acogida por parte de la crítica. Simonede Beauvoir expresó su admiración por el libro y Tennesse Williams, amigo de McCullers, la animó a convertirla en obra de teatro.
Sólo el escritor Edmund Wilson –como se señala en el prólogo de la edición incluida en El aliento del cielo– hizo un crítica negativa de la novela, como había hecho ya con las obras anteriores de McCullers. “Espero no estar diciendo tonterías sobre este libro que me hizo sentir estafado… no tiene sentido alguno del drama”, comentó. Wilson fue incapaz de ver que precisamente en esa “ausencia de drama” está el valor de la novela, que Carson sostiene brillantemente dando cuenta del agitado estado interior de su protagonista, una solitaria adolescente de 12 años que se obsesiona con la boda de su hermano. Frankie quiere dejar el pueblo e irse a vivir con los novios, recorrer el mundo en su compañía.
Ciertamente, son en apariencia pequeños los sucesos que tienen lugar en la vida de la protagonista, que pasa el verano metida en la cocina de su casa charlando con Berenice, la empleada doméstica afroamericana, y con su pequeño primo John Henry. Pero esto se debe a que lo importante en esta novela es la descripción del estado emocional de Frankie, una chica que experimenta con gran intensidad la soledad, el miedo y la tristeza propios de la adolescencia, que se cuestiona quién es y cuál es su lugar en el mundo, y que siente una gran “necesidad de ser conocida en su verdadero ser y aceptada”.
En una parte de la novela, Frankie intenta describirle a Berenice lo que le
ocurrió en su paseo por el pueblo la víspera de la boda, pero le es
imposible: “Y, como se trataba más bien de sentimientos que de palabras
o de hechos, le resultaba difícil explicárselo”. Éste, precisamente,
debió haber sido el reto al que se enfrentó McCullers con la escritura de esta
novela: narrar no tanto hechos como sentimientos y estados de ánimo.
Consistente con el universo literario de McCullers, Frankie y la boda está habitada por seres “raros”, que se salen de la norma. Como la Mick de El corazón es un cazador solitario y la Amalia de La balada del café triste, Frankie es físicamente “anormal”: “Había crecido tanto, aquel verano, que parecía un fenómeno, y tenía los hombres estrechos y las piernas demasiado largas. Vestía un pantalón corto y una blusa, y andaba descalza. Llevaba el pelo cortado como el de un chico, pero hacía tiempo que no se lo arreglaba y ahora ni siquiera se había sacado la raya”.
Por si fuera poco, Frankie no pertenece a ningún grupo. Las chicas de su
edad no la incluyen en su club. Sólo está el grupo que ha formado sin querer, y
sin que le guste pertenecer a él, con los no menos extraños Berenice y John
Henry. Berenice, con su ojo izquierdo de cristal azul claro y su obsesión por
buscarse hombres parecidos a su difunto esposo; y John Henry, con sus enormes
rodillas y su gusto por las muñecas y los zapatos de tacón.
No es casual que Frankie se inquiete tanto después de haber conocido los
fenómenos de la feria (el Gigante, la Mujer Gorda, el Enanito, el Negro
Feroz, el Hombre-Mujer…): “Todos los monstruos le daban miedo, porque
le parecía que la habían mirado de un modo secreto, intentando conectar sus
ojos con los de ella para decirle: ‘Te conocemos’”.
Frankie concibe asimismo relaciones amorosas diferentes, en las que hay
lugar para tres. A Carson le encantaba crear triángulos amorosos en sus
novelas; la relación entre el enano jorobado, la masculina Amalia y el
emocionalmente inestable Marvin Macy de La balada del café triste es el gran ejemplo de ello. En Frankie y la boda, la protagonista está
convencida de que “ellos (su hermano y su futura esposa) son el nosotros de
mí”: “Quería a su hermano y a la novia de éste, y era un miembro de la boda.
Los tres se irían por el mundo y siempre estarían juntos”. Pues Frankie se considera un
miembro de la boda, como se advierte en el título original en inglés: The
Member of the Wedding.
El efecto que la boda tiene en el ánimo de Frankie hace que existan
"varias Frankies": una anterior a la noticia de la boda, una en la
víspera de ésta y otra después de ella. McCullers da cuenta magistralmente de
estos cambios recurriendo a flashbacks y a través de los diferentes
nombres que da a su inolvidable protagonista.
En una de sus facetas, a Frankie le gusta escribir obras de teatro. Después se interesa por la poesía y por el arte. La música, sin embargo, es el telón de fondo de sus variadas emociones: la trompeta que oye en la casa de John Henry, el piano que escucha en la cocina de su casa, la voz de Berenice que “convertía cada frase en una especie de canto”… Melodías que no terminan y que, sin embargo, tienen el poder de conmover el corazón de Frankie. Tan sensible como la Mick de El corazón es un cazador solitario, que compone sinfonías en su cabeza. Y como la propia Carson McCullers, que antes de ser escritora quiso ser pianista y que quedó tan conmovida después de la partida de su maestra de música que escribió esta hermosa novela.
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