"Teoría King Kong", de Virginie Despentes


“Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal folladas, las infollables, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena chica” (p.7).
Abro Teoría King Kong de Virginie Despentes (Nancy, Francia, 13 de junio de 1969) y lo primero que leo es esta frase. Quiero subrayarla pero decido terminar primero el párrafo. Me parece que es una declaración de principios: escribir para las feas, por eso la resalto. Esa indecisión entre subrayar o seguir leyendo me acompañará a lo largo de todo el libro.

Teoría King Kong (2006) tiene un ritmo vertiginoso y un tono combativo. Por momentos me parece oír a la autora: enojada, exaltada, gritando. Y eso me gusta, porque precisamente asumir esa actitud es algo que nos está vedado a las mujeres a menos que queramos correr el riesgo de que nos llamen locas.

Teoría King Kong es un libro de teoría feminista pero no se lee como tal. No hay una prosa engorrosa, tan frecuente en las publicaciones académicas. Se lee rápido y bien. Se nota enseguida que Despentes es escritora.

Recupero aquí dos citas más de ese primer capítulo que me enganchó y que es una especie de lista de mujeres cuyas características se alejan del modelo patriarcal. La autora se incluye entre ellas.

“Yo hablo como proletaria de la feminidad” (p. 8), dice Despentes.

Y luego: “Yo, como chica, soy más bien King Kong que Kate Moss” (p. 8).

El yo, lo que ha significado para esta escritora francesa ser mujer, es crucial en el libro, que también puede leerse como un ensayo autobiográfico.


“He sido puta, me he paseado por la ciudad con tacones altos y escotes largos sin rendir cuentas a nadie, cobraba y me gastaba cada céntimo que ganaba. He hecho auto-stop, me violaron, y después volví a hacer autostop” (p. 16).


Con las ideas de los primeros capítulos me siento en general familiarizada. Lo nuevo para mí empieza a partir del capítulo tres, y es lo que quisiera rescatar aquí. Las ideas de la autora en torno a la violación, la prostitución y la pornografía, que salen del lugar común y que valdría la pena contrastar con lo que han escrito otras feministas.

En el capítulo “Imposible violar a una mujer viciosa”, Despentes cuenta la violación sexual que sufrió cuando tenía 17 años y era una chica punk. La francesa habla aquí de desvalorizar la violación, de “des-dramatización”, partiendo del concepto de Camille Paglia; es decir, de recuperarse de ella.


“Ella era la primera que había sacado la violación del horror absoluto, de lo no dicho, de lo que no debe ocurrir nunca. Ella hacía de la violación una circunstancia política, algo que debíamos aprender a encajar. Paglia cambiaba todo: ya no se trataba de negar, ni de morir, se trataba de vivir con” (p. 37).


Esto, por cierto, me recordó a la protagonista de la serie de Netflix Unbelieveble, de cuya violación duda no sólo su familia y amigos, sino el propio sistema de justicia, porque su reacción no fue “la que se espera” de una joven abusada.

“Porque es necesario quedar traumatizada después de una violación, hay una serie de marcas visibles que deben ser respetadas: tener miedo a los hombres, a la noche, a la autonomía, que no te gusten ni el sexo ni las bromas” (p. 34), dice Despentes irónicamente.

El capítulo “Durmiendo con el enemigo” está dedicado a la prostitución. Despentes, como da cuenta un fragmento que cité arriba, ejerció la prostitución. Así que habla de un fenómeno que conoce.

Su postura es la del feminismo “pro-sex”, “una reacción crítica frente al feminismo conservador ‘pro-censorship’ que defiende la abolición de la prostitución y la censura de la producción audiovisual pornográfica” (p- 71).

“No estoy afirmando que en cualquier condición y para cualquier mujer esta forma de trabajo resulte anodina. Pero teniendo en cuenta que el mundo económico actual es lo que es, es decir una guerra fría sin piedad, prohibir el ejercicio de la prostitución en un marco legal adecuado, es prohibir a la clase femenina enriquecerse y sacar ventaja de su propia estigmatización” (p.70), dice la autora en lo que considero es la tesis de su argumentación.

En el capítulo “Porno-brujas”, Despentes escribe sobre mujeres y pornografía. De nuevo trae a cuento aquí su experiencia como espectadora de “centenares de películas porno” y como autora censurada: Fóllame, la película que dirigió y cuyo guión escribió basada en su novela del mismo nombre, fue prohibida en el 2000.

También responde en este capítulo a la típica postura antiporno que ve en él un producto falocéntrico: “La idea según al cual la pornografía se articula únicamente en torno al falo resulta sorprendente. Lo que vemos son, en realidad, cuerpos de mujeres. Y a menudo cuerpos sublimados de mujeres. ¿Hay algo más inquietante que una actriz porno? (…) La actriz porno es la liberada, la mujer fatal, la que atrae todas las miradas y provoca forzosamente una inquietud, ya sea ésta deseo o rechazo.” (p. 84).

No obstante, Despentes no niega que el porno sea una industria dominada por hombres a nivel económico: “Por qué el porno es el dominio exclusivo de los hombres? ¿Por qué, si el porno es una industria que tiene sólo treinta años, son ellos los principales beneficiarios económicos? La respuesta es la misma en todas las situaciones: el poder y el dinero resultan desvalorizantes para las mujeres que los poseen. No debe ejercerse u obtenerse si no es a través de la colaboración masculina: sé elegida como esposa y te aprovecharás de las ventajas de tu compañero” (p. 86).

En pocas palabras, para Despentes, las mujeres abusadas sexualmente y las que se dedican a la prostitución o a la pornografía son vistas como una amenaza social y económica: se alejan de los papeles de la mujer respetable, de la buena madre y de la buena esposa, y, las dos últimas, obtienen dinero de maneras que, por lo mismo, son consideradas no legítimas.

Edición: Teoría King Kong, Virgine Despentes, Literatura Random House, 2019, 176 pp.
 
 

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